Merced al trabajo cooperativo 60 mil personas disfrutan semanalmente de los bosques de Ezeiza

A casi diez años de su creación, la Federación de Cooperativas de Trabajo Unidas de Florencio Varela (Fe.Coo.Tra.Un.), ha logrado recuperar y hacerse cargo del mantenimiento del área, que ahora disfrutan miles de personas cada semana.También de la construcción de cientos de viviendas en la zona y hasta de la reconstrucción de la Unidad Turística de Embalse, en la provincia de Córdoba. Desde el espacio “Pueblo Cooperativo” desde Tecnópolis, instalada en Villa Martelli, sus responsables cuentan la experiencias, que hoy dispone de un taller textil, una maderera, una fábrica de bloques y hasta una radio FM comunitaria (96.5).

“Yo siempre digo que crecí con la Federación. Cuando no teníamos nada y había que juntar las monedas para comprar las hojas, y hoy, tener todo eso, personalmente es un logro muy importante; me voy a poner a llorar porque es verdad, es un sentimiento fuerte”, dijo Verónica Albarino, miembro de la cooperativa de trabajo “Reconstruir” y quien se desempeña en las oficinas de la Federación que nuclea a 14 entidades de ese tipo en Florencio Varela.

Comenzó a cumplir tareas en los bosques de Ezeiza y luego fue transferida a la central, donde es la responsable del área administrativa. Hoy se emociona cuando recuerda los comienzos de este desarrollo iniciado como una necesidad a partir de la crisis del 2001 y que tuvo que sobrevivir con muchas dificultades, hasta que se conformó la actual federación y pudieron acceder a objetivos más ambiciosos.

Según Ramón Cigales, de la cooperativa “Oscar Celentano”, la crisis los obligó a asociarse porque no había otra posibilidad: “Ahí aprendimos a conocernos, a unirnos, a trabajar en conjunto –dice-. Había dos albañiles, y los demás éramos ayudantes… Eso de levantarse y hacer la primera vivienda…Con esa vivienda nosotros hemos aprendido a ser cooperativistas. Y después de tres años, buscamos la forma de mejorar y formamos la Federación”.

Por su parte, José Albornoz, de la cooperativa “Constructora San Jorge”, agrega: “las cooperativas se conformaron con gente de diversos gremios: eran tacheros, panaderos, es decir, venían de diferentes ámbitos. Por necesidad de trabajo, hubo que reconvertir estas fuerzas, y a nosotros nos tocó la obra pública con la primera construcción de las viviendas sociales.”

Cristian Miñó, miembro del grupo “Reconstruir” y actualmente presidente de Fe.Coo.Tra.Un., explica cómo fue el origen de esa experiencia: “en el año 2006 hicimos una gestión con un montón de compañeros y generamos un contrato con una empresa de La Plata que hacía viviendas para el plan federal. Tenía que hacer ochocientas viviendas y nos contrató a nosotros para hacer 100. A prueba. Hicimos 120 viviendas en una primera etapa, funcionamos muy bien y nos dieron más etapas, hasta que terminamos haciendo las ochocientas viviendas, las cloacas, el agua, los conductos y hasta parte de la obra eléctrica. De juntarnos como compañeros para conseguir veinte pesos para comer, ahora manejamos una obra de 36 millones de pesos. Ahí nos dimos cuenta de que teníamos el capital humano para manejar cualquier cosa”.

Victor Pinto, de la cooperativa “Monte Cudine”, agrega: “la mejor decisión que tomaron nuestros compañeros de la conducción fue ‘tenemos que hacerlo, si hacemos dos viviendas, podemos hacer ochocientas’. Nosotros siempre decíamos, cuando comenzamos: el día que pasemos por acá paseando, con nuestros hijos, con nuestros nietos, y digamos ‘este barrio lo hicimos nosotros’, será una satisfacción enorme”.

Todo ese proceso facilitó que, por sorteos, muchos miembros de las cooperativas pudieran ser adjudicatarios de las viviendas que construían. Una de las beneficiadas fue Mirta Baum, del grupo “Reconstruir”: “en una de las viviendas que se estaban finalizando –recuerda ella- yo estaba agachada limpiando el inodoro del baño, y viene mi presidente y le digo: ‘pobre mujer la que le toque limpiar estos inodoros, ¡tienen más recovecos!’… Y me dijo él: ‘entonces empezá a practicar ahora porque saliste adjudicada para una vivienda’. ¡Te imaginás! Yo me puse a llorar porque veinte años esperé y llegó. Y así para muchos compañeros”.

Emilio Curuchet, miembro de “Unidos del Corazón” y secretario de la Federación, cuenta que la cooperativa a la que él pertenece fabrica cercos y muros pre moldeados, que venden y colocan con diferentes grupos de trabajo. “Nosotros empezamos este emprendimiento en el 2006, como para poder ayudar a nuestros socios y hoy podemos decir que tenemos 18 socios afectados directamente a este proyecto. Gracias a que se han creado las cooperativas, gracias al gobierno nacional que nos ha convocado para hacer cooperativas, hoy estamos en un lugar muy grande. Nosotros siempre decimos que tenemos un piso alto, el techo no lo sabemos, porque día a día se crece. Sabiendo que nosotros veníamos de una pérdida del mercado laboral de veinte años, hoy la hemos recuperado”.

Otro de los grandes desafíos que tuvo que afrontar la Federación fue el de la recuperación y puesta en valor de los bosques de Ezeiza, a partir de un contrato firmado en agosto del 2008, mediante una gestión del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Se trataba de limpiar el bosque y reconstruir las calles e instalaciones de aquel predio arbolado de más 600 hectáreas, levantado durante el primer gobierno del general Juan Domingo Perón, en 1947, primero con el objetivo de cortar los vientos para proteger el aeropuerto, y luego con fines sociales y de esparcimiento, agregándole piletas populares y albergues gratuitos para los estudiantes.

Durante décadas el bosque quedó abandonado y todo se fue destruyendo. Cuando la Federación se hizo cargo, el primer objetivo fue la limpieza y la parquización. “El lugar era tierra de nadie, todo monte, apenas si se veían las calles”, recuerda José Fernández, del grupo “Los Nacionales”; y cuenta que, una vez hecha la limpieza básica, montaron una carpintería para construir nuevos juegos, bancos, mesas, canastos, aprovechando los árboles que debieron ser volteados. En el aserradero, luego de la tala, cortan los tablones y los colocan en un horno para el secado; luego abordan el proceso de corte y cepillado. El equilibrio ecológico del monte se recupera a partir de la existencia de un vivero que fue creado hace casi dos años, con el objetivo de generar árboles para remplazar a los que se pierden. Se hace la producción desde la semilla, la germinación y el preparado de macetas.

Como si todo esto no bastara, para cuidar el bosque se creó la cooperativa de “Guardias Ambientales”. Son ellos quienes orientan y ubican a la gente que por fin puede volver a este lugar gratuitamente, disfrutar de las parrillas, el parque, los juegos. Los guardias, muy bien vestidos con uniformes verdes, reciben a la gente, le entregan folletería alusiva y se distribuyen de tal modo que hay cuatro o cinco guardias por sector. Los domingos el lugar explota. Si en el 2008 el bosque era visitado por entre 8 mil y 12 mil personas por mes, hoy hay picos por fines de semana de 60 mil personas.

Los uniformes que usan los guardias, al igual que la ropa de todos los cooperativistas, se hace en el taller textil creado a tal fin, donde también se confeccionan mochilas y guardapolvos de colegio para los chicos. Esto también da trabajo a las mujeres y constituye un aprendizaje: “Acá hay muchas chicas, en el turno de la tarde o de la mañana, que han venido sin saber lo que era una aguja de coser o poner un hilo en una máquina”, dice Claudio Daluz, capacitador del taller textil. “Lo fundamental es que estamos capacitando a las personas para que el día de mañana puedan tener un oficio; eso es lo que más nos interesa”, añade.

Por su parte, Marcelo Vásquez, de “Guardias Ambientales”, agrega: “el mismo cooperativismo nos va dando más, porque uno aprende del otro. Cuando empezamos, en el 2003, tres o cuatro eran constructores de casas y otros diez éramos gente que teníamos voluntad, pero que no sabíamos. Juntos aprendimos y vimos que en la unidad del cooperativismo se pueden hacer muchas cosas.

“La diferencia que tenemos con la empresa privada es el sentimiento de pertenencia a través de lo que uno tiene, de lo que es de uno, agregaEmilio Curuchet.

“Nosotros somos nuestros patrones, nuestros ayudantes, nuestros oficiales y hasta nuestros técnicos. Porque es nuestro servicio; esa es la diferencia. Mis compañeros son mi compañeros, y eso es lo mejor que puedo tener”, dice.

Y José Albornoz añade: “uno empieza a creer en uno mismo, en el trabajo en grupo. Nos marcamos una tarea diaria y a través de la organización alcanzamos los objetivos. Hay que tener visión, ganas, y mucho compromiso. No hay fórmulas mágicas”.